Dientes de León.
Paseo:
1. Ir andando por distracción.
Con la intención de encontrarme con una planta que siempre he tenido cerca y a la que he acudido desde pequeña por su belleza; colocándola en mi cabello para decorarme o regalándola a mamá. Me dirijo a realizar un paseo, no sé si paseo sea la palabra correcta, pues no busco caminar sin sentido o sin la atención necesaria, más bien me muevo buscando algo, siendo más justa con el planeta que habitamos alguien, pero esta vez de otra especie.
Dispersa en el suelo con color amarillo, siendo tan irrelevante que cualquier caminante le posa encima un pie; cuando cortan el pasto, ella y todas sus amigas cercanas de la misma especie mueren, aunque por su naturaleza vuelven a renacer y se dispersan a otros lugares, siendo cada flor tan nómada como sedentaria, siendo tan tercas que me acuerdan a las mujeres que cuidaron de mí y me enseñaron con encanto a encarnar la terquedad.
Para encontrar esta flor resulta suficiente con abrir la mirada, habita todos los lugares que fueron sembrados con pasto ese que me recuerda lo domesticado en el paisaje y la insistencia del humano por volcar todo hacia él.
Sabiendo esto decido que los tres paseos que realizaré, por invitación de María Fernanda, que a veces me recuerda al cariño maternal y que a su vez me gusta nombrarla Mafe, porque no sé si hablo de ella o me hablo a mí; serán al parque, es un recorrido que hago a menudo, pero envuelta en el ruido de mis pensamientos.
Ojalá pueda abrir la mirada.
Día 1
Salgo del apartamento 111, camino a la derecha, abro la puerta del edificio, bajo las escaleras y a la derecha se encuentra mi primer pedazo de pasto, pienso que ese pedazo puede ser mi lugar, pero insisto en llegar hasta el parque, así que continúo caminando, ayer hizo sol, hoy llueve, mentiras no llueve, llovió, todo está húmedo, paso la portería – buenas tardes. Siempre olvido saludar porque voy pensando mucho, hoy intento no estar en ese lugar desbordado del individuo, - tengo un encuentro con alguien, me repito. Camino una cuadra más y llego al parque, noto lo olvidadiza que soy, nunca recuerdo los árboles que habitan este lugar, miro hacia el piso y ahí están, mis flores amarillas.
Día 2
Salgo del apartamento 111, camino a la derecha, abro la puerta del edificio, bajo las escaleras, camino hacia la derecha, paso la portería, mi perro ha orinado mil veces, me sorprende la cantidad de chichí que puede almacenar un perro, camino hasta el parque. Cuando veo las flores amarillas me pregunto cuánto tiempo les habrá tomado crecer, es una pregunta esencialmente estúpida, solo bastaría con pensar cada cuánto cortan el pasto, aun así, me da pereza responderme o tal vez quiero quedarme con la duda hasta resolverla presenciando su crecimiento en el tiempo, tendría que venir todos los días al parque, siendo así no lograría saber cuánto pueden crecer, he leído que crecen lo mismo del suelo hacia abajo que hacia arriba, otra vez pienso –tan nómadas como sedentarias, echan raíces profundas y aun así cuando mueren, sus semillas vuelan a gestarse en otro lugar.
Día 3
Salgo del apartamento 111, camino a la derecha, abro la puerta del edificio, bajo las escaleras, camino hacia la derecha, podaron el primer pedazo de pasto que podía ver, vuelvo al apartamento, saco un sobre de manila media carta, salgo del apartamento 111, camino hacia la derecha, abro la puerta del edificio, bajo las escaleras, camino hacia la derecha, esta vez entro en el primer pedazo de pasto que me negué a habitar y encuentro las flores que fueron podadas, recuerdo a mamá y recuerdo cuando me agachaba de la misma forma para darle un regalo, tres seres afectándose para mostrar su amor, afecto en el sentido formal de la palabra, de afectar de uno u otro modo, no en el sentido meloso y superficial, que nos han enseñado para volver meloso y superficial el encuentro con el otro. Recojo las flores que conservan aún su forma de círculo, siento un poco de tristeza por solo verlas durante tres días, -pude estar con ellas más tiempo, me digo. La culpa, siempre la culpa, también nos afectamos desde ahí, será que lo que significaba la flor que le daba a mamá, guardaba capas de sentido que aun no entiendo, como si hubiera una ley, del regalo y su significado que se escapa a mis ojos por estar sumergida allí. Salgo a la portería, ya sé que mis flores del parque tampoco estarán ahí y que tampoco son mías. La culpa. Llegó al parque y me pregunto cómo se verán las raíces sin flor por debajo de la tierra, una parte anidada y otra volando, mamá, la flor y yo.